domingo, 18 de marzo de 2012

El Monchito


Dispuestos a todo corrimos hacían donde estaban los desgraciados. Empujábamos a la gente sin distinguir niños de adultos. El primero en pegar fue el Monchito, pues es el más veloz. Empezaba una tremenda pelea. Como es clásico mió, llegué con un rodillazo contra mi oponente. El cayo aturdido del tremendo impacto. Volteé a ver alrededor y note que nos superaban en número. Cada quien agarro dos chambelanes. De repente sentí todo se me nublo. Caí al suelo, y sentí dos o tres golpes. Me levanté lo más rápido que puede. Como pude desconté al agresor.    

Nos estaban ganando la batalla. Una batalla irregular.

Estaba, lleno de coraje pues no podíamos vencerlos. Use mi último recurso. Saqué la 45 y empecé a repartir cachazos a diestra y siniestra. Nuestros rivales al percatar de que iba armado empezaron a retroceder.

Quite el seguro de la pistola y la corte. En el momento que la corte todos los presentes retrocedieron. Comenzaron a gritar “ya estuvo”. Sin dejarles de apuntar levante a los caídos.

Nos fuimos haciendo para atrás. Ellos se fueron del lugar con temor. Nos salimos de la feria, pero ya afuera mis amigos nos estaban esperando. Me preguntaron quien me había golpeado. Como todo niño al que le quitan el dulce, les di la queja. Están furiosos.

Comenzaron a reunirse dispuestos a ir al lugar en donde vivían, pues tenían que pagar lo que habían echo.

lunes, 12 de marzo de 2012

La feria



Llegó la feria a mí colonia. Para mí es un día más de desmadre. Todo empezó el sábado por la noche. Nos reunimos todos los amigos en el lugar de siempre. Al reunirnos  todos, pasamos y comprar las respectivas chelas pues sin ellas no hay fiesta. Lógico yo me compre mi agua de Jamaica. Jugando y echando relajo entramos a la feria. Yo como estoy dolido del corazón pues había terminado con mi novia. Me estaba consolando con mi amiga Rebeca, con abrazos y besos cariñosos. Es muy buena amiga, en todos los sentidos.



Me intentaron subir al carrusel. Yo opuse resistencia, pero me terminaron subiendo a la fuerza. Se la pasaron molestándome. Yo no les contestaba nada pues soy hombre de pocas palabras.



Vi a la chava que siempre me a gustado. No le hablaba. Tomé una decisión muy drástica: le hablé.  Con singular sonrisa me correspondió mí saludo. Platicamos y la invité a tomar un helado al siguiente día. La acompañé unos cuantos metros hasta la entrada e la feria. Sé despido de mí; nos pusimos de acuerdo para vernos al siguiente día.

Ya como a las doce de la noche, me fui a mí casa. Estaba cansado de tanto reír.



Llegó el domingo y fui a trabajar. Un día bastante aburrido. Lo mismo de siempre. Al Salir del trabajo me fui directamente a ver a la dama. Al llegar al lugar que nos quedamos de ver: ella me estaba esperando. Fuimos a la feria. Me cayó bastante bien.

Al dar las 11 de la noche la llevé a su casa pues toda dama se mete temprano a su casa.



Ya fatigado me dirigí a mi casa, pero en el camino escuché que me gritaban. Era primo  Bryan, que venia todo golpeado. Le pregunté qué le había pasado. Él me respondió que lo habían agredido unos de chavos, en la feria. Si pedir más explicaciones le dije que me esperara en la esquina. Fui corriendo a mi casa. Saqué la pistola de mi papá, coloqué las 15 balas y le puse el seguro. Le avisé a mi hermano lo que había pasado. Él se puso su pantalón y salimos de la casa. “Todos unos machos”.

Nos dirigimos corriendo a la esquina. Al llegar ya estaba un pequeño grupo de cinco (incluyendo a mi primo). Todos con los muscos tensos y dispuestos a dar golpes: entramos a la feria.

Corazón de pollo


Jamás entendí los celos. Mi novia me abandono pues mis compañeras me mandan mensajes. Que culpa tengo yo. No comprende que yo la quiero mucho pero no puedo seguir aguantando sus celos. Los viernes que la veo se la pasa feliz. Todos los otros días se la pasa peleando conmigo.

La conocí hace un año. Ella trabajaba en una vinatería, y como buen borracho yo ahí compraba mis víveres. Es una muchacha de estatura promedio, muy practicona, de ojos muy claros y bastante guapa. Su nombre es Danna.

Nos empezamos a llamar y posteriormente a salir juntos. Como a los dos meses de conocernos nos hicimos novios, y nos empezamos a toquetear. Como al mes de ser novios me empecé a portar cortante pues todavía no podía superar el dolor que me había causado la madre de mi hijo. La trataba mal. Quise hacer que pagara lo que a mí me habían echo. Que tonto.

Ella siempre me soporto esos maltratos. Me llamaba unas 10 veces al día. Yo solo le contestaba una. Nunca entendí porque ella estando tan guapa: me aguantaba tanto. Muchos hombres estaban tras de ella, pero ella me prefirió a mí.

No lo valoraba.  Como a los seis meses de ser novios: terminamos. Y como todo patán empecé a salir con otra chava a los dos días de haber terminado. Para mí simplemente fue una aventura; para ella una apuñalada por la espalda. A pesar de lo mala onda, siguió estando a mí lado.

Con frases que saque del faceboock: la convencí de regresar conmigo. Ya nada era igual. Se volvió  celosa, callada y no me quería aflojar. Yo me estaba enamorando; Danna me estaba perdiendo el encanto.
Intente de todo para volverla a cautivar hasta me aventaba las frases “te quiero tanto, como cuantas hormiguitas se necesitarían para ahorcar a un elefante”. Y ese tipo de cosas cursis.

Lógico me empecé a desesperar de que ella siguiera igual. Le deje de hacer caso, le seguía el pleito y comencé a mensaje arme con otras chicas.

A pesar de que a cada rato me corta: la sigo queriendo. Se que yo fui el culpable de que ella se porte de esa manera. Claro yo ando de ojete y me quejo de ella. Mirar a profundo es algo que tendré que hacer. Supongo que la tendré que dejar ir. Estoy herido del corazón.
Uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Vida de pansón


Todo iba bien en vida todavía hasta hace una semana. Ya me había repuesto de lo que los desgraciados me robaron.  Empezaba a salir con una chava de nombre Danna.  Mi carma se había acabado.

Hace dos años mi vida era distinta. Vivía como señor. Tenía mujer, hijo, trabajo y estaba  panzón.  Solo me de dicaba a trabajar, atender a mi familia y los domingos ver la tele. Tuve mis momentos de felicidad con mi familia.

Me dormía con mi hijo, me levantaba con una sonrisa,  me dedicaba a darle amor a mis seres queridos. Pero todo tiene un final. Desgraciadamente la economía era un factor importante.   Con mis míseros 1550 semanales no me alcanzaba para mantener un hogar. Mi ex mujer (Diana), por el problema económico decidió trabajar. A mí desde un principio nunca me pareció la idea, pues mi hijo (Brandon), estaba demasiado chico. Solo tenía 8 meses.

Desgraciadamente mi antigua pareja ya había tomado su decisión. Comenzó a trabar en una empresa, como secretaria. Yo le tenía profundo respeto, amor y por supuesto, confianza. Comenzó a ganar más dinero que yo.  Ese tema salía a relucir en nuestras discusiones.                  Me pegaba en mi orgullo. Me pisoteaba.

Ella comenzaba a trabar más tiempo, pues al parecer no le gustaba convivir conmigo, ni con mi bebe. Cuando llegaba del trabajo buscaba cualquier pretexto para pelear. Me frustraba. En una discusión me confeso que le desesperaba atender a mi hijo. Yo me empecé a alejar de ella.  Aunque le hacía notar que no me dolía: lloraba por dentro.

Llego el día que todo exploto. A ella se le ocurrió la grandiosa idea de llegar en la madrugada. Llego a un aproximado de las dos de la mañana. Ese día estaba lleno de desesperación he impotencia pues pensé que le había pasado algo. Cunado oí que abrían la puerta. Salí corriendo del cuarto, y ella estaba borracha y todavía tuvo el descaro de pasar a su compañera de borrachera. La verdad me puse furioso y con voz prepotente mande a chingar a su madre a la perra esa. No quise decir nada. Me subí al cuarto con mi hijo lo abrase y me dormí con él.

Ella subió y me empezó a reclamar del porque corrí a su amiga. Decía que ella tenía derecho de salir a distraerse. Yo solo la escuche y me quede callado. Me levante enojado. Agarre una cobija y envolví a mi nene. Tome la cartera y el celular.